Imagen, cultura y sociedad

Cuando llegamos a un museo lo primero que sentimos son ganas de pararnos a contemplar y deleitar las obras de arte que dentro nos aguardan. Pero lo primero con lo que nos vamos a encontrar es con diversos grupos de turistas que miran con cara de interesante los cuadros que decoran las paredes. Digo que miran porque lo que realmente hay que hacer con un cuadro es leerlo, comprenderlo, entender todo lo que nos quiere trasmitir y ese mensaje oculto que sus dueños dejaron impregnados en los lienzos.

Pero en la actualidad, no todo el mundo está preparado para beber de una obra de arte, nadie sin una previa preparación y conocimiento de lo que va a contemplar puede llegar a descubrir lo que un lienzo repleto de miles de tonalidades nos quiere contar. Sin embargo, esto no siempre ha sido así, la sociedad de la Edad Media estaba más que acostumbrada a entender las imágenes de su época porque su labor principal era totalmente visual.

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«El jardín de las Delicias» El Bosco

Por ejemplo, si atendemos a la obra pictórica del artista flamenco El Bosco, nos encontramos con un trabajo repleto de personajillos y mensajes ocultos. Aunque nosotros a primera vista sólo nos quedaremos con las miles de criaturas que danzan por el lienzo, cada una posee un simbolismo oculto. Por centrarnos en un caso, el tríptico de El Jardín de las Delicias, además de ser una de las obras más importantes del artista, es un mensaje directo y total a la sociedad. La gente de su siglo leía éste cuadro con temor, ya que en la tabla central, la disposición alborotada de los personajes y sus acciones pecaminosas llevaban directamente a la tercera tabla del tríptico, el infierno. Los espectadores de entonces no se paraban a observar y analizar la disposición del cuadro: cómo los personajes estaban colocados en diferentes planos para dar sensación de profundidad, como podemos ver en el panel central del lago que se sitúa justo en el centro; y tampoco prestaban atención al color del mismo modo que nosotros lo apreciamos. La sociedad medieval hacía hincapié en los colores pero de una forma mucho más simbólica que visual (refiriéndome en el caso de la gente que entendía poco de arte en aquellos tiempos). Por ejemplo los colores rojizos y rosáceos, relacionados con los pecados como la lujuria en el caso de los frutos del panel central, o los colores fríos cómo el azul, entonces relacionados con la traición. Existen además miles de referencias y simbolismos en su obra. Como pueden ser el caso de las aves y las lechuzas, los calderos, los instrumentos musicales, el cuchillo y los muchos animales y monstruos, pero todos eran en su momento entendidos por su contexto y su connotación. Nosotros hoy en día tendríamos que recurrir a las fuentes y escritos para comprender el porqué de la imaginación y la obra de El Bosco, sin embargo, la educación de la sociedad medieval tenía que ser estrictamente visual por su analfabetismo.

Pero si nos parásemos a pensar en nuestra forma de aprender en la cultura contemporánea, nos damos cuenta de que también estamos sometidos a la educación puramente visual. Aunque no me estoy refiriendo a una educación académica, si no a la llegada de la fotografía, el cine y por supuesto la televisión, con sus anuncios y demás. Si nos trasladamos al siglo XX, las nuevas artes supusieron un giro dramático al estilo pictórico. La sociedad ya no era analfabeta y tenía el ojo más que acostumbrado a las representaciones religiosas e iconográficas. El hombre asimila rápido porque lleva siglos y siglos aprendiendo a través de la mirada. Sin embargo, cómo ya he dicho, el siglo XX comprende una etapa de artistas cuyo objetivo dejaba a un lado la representación figurativa.

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«Unformed figure», Jackson Pollock

En el caso de Jackson Pollock, artista que comprende el expresionismo abstracto, fundador de lo que se conoce como “dripping” y mejor ejemplo para comparar ésta revolución, supuso un cambio en la forma de representación. Ya que se deja aun lado el pincel y se vertía de manera libre la pintura desde el tubo. Hay que decir que no es del todo novedosa esta disciplina, ya que él mismo bebe de las corrientes antecesoras como son las diversas vanguardias. Sin embargo, el extremo con el que Pollock realiza sus obras podríamos decir que no se ha visto antes. El artista abandona por completo la figuración, y nos encontramos con un lienzo lleno de manchas, de miles de colores que se mezclan formando diversas tonalidades que dan voz a las sensaciones del artista. Se trata de un diálogo entre el cuadro y Pollock, una nueva forma de plasmar los conceptos y las ideas en el que para comprenderlo, no podemos recurrir a las fuentes antiguas, si no a la mente del artista.

La historia avanza, el mundo crece, el ser humano evoluciona y con ello el arte y la forma de entenderlo. Es inevitable que la naturaleza nos envuelva, ya que gracias a ella hemos aprendido a mirar y a comprender. Podemos verlo en los griegos y sus cánones, los egipcios y sus jeroglíficos, la Edad Media y sus representaciones y actualmente el cine es el reflejo más representativo de nuestra sociedad. Existe una relación y un interés del hombre hacia la naturaleza, que dependiendo del momento se le atribuye un significado. ¿Surgirán nuevas formas de expresión en los próximos años y con ello una nuevas formas de aprender a través de la mirada? De momento habrá que esperar para saber la respuesta.

Iconología: Ofelia

En la entrada de hoy vamos a hablar de un tema que me encanta y que me parece de lo más interesante. Se trata de cuando fotógrafos, artistas o directores de cine en este caso, deciden ahondar en la literatura y en las fuentes del pasado para transportar un pedacito de entonces a la actualidad.

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Ofelia, John Everett Millais (1851)

La comparación que voy a tratar está compuesta por un lado, del cuadro de Ofelia de John Everett Millais (1851), una obra conservada en la Tatte Gallery, y por otro lado, la película presentada en el 2011 en el festival de Cannes, Melancolía, realizada por el director Lars von Trier. Para poder entender la comparación, deberíamos principalmente analizar el personaje de Ofelia y su papel dentro de la tragedia shakesperiana de Hamlet. Esta muchacha, cuyo personaje inspirará a diversos artistas y será protagonista de una gran cantidad de cuadros, encarna por así decirlo el sufrimiento trágico. Ofelia, hija de Polonio y amante de Hamlet, soporta el peso del amor prohibido con Hamlet, el protagonista de la obra, a lo que se suma el dolor infundado por la muerte de su padre que le hace perder la cordura. El cuadro de Ofelia de Millais, representa literalmente la muerte de la protagonista dentro de la obra de Shakespeare. Simboliza ese fin, como el espíritu y el ánimo quiebran ante la desesperación de una oscuridad impenetrable que acaba con la muerte.

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Melancolía, Lars Von Trier

La trama de Melancolía no se queda para nada atrás. Von Trier realiza una trama dramática basada en diferentes temas sociales como son la inestabilidad familiar de una pareja cuyos padres tienen problemas, la depresión, intentos de suicidio y toques de ciencia ficción en dónde vemos que el planeta Tierra va a chocar contra el planeta de Melancolía. Lo que se conoce como una auténtica tragedia griega. La protagonista Justine (interpretada por Kirsten Dunst) aparece en una escena en la misma posición que Ofelia en su representación pictórica, metáfora de la condenación y la muerte, de cómo ha sucumbido al drama y ya no tiene fuerzas de continuar, dejándose llevar ante los trágicos acontecimientos. Ofelia y Justine, dos mujeres a las que se les escapa de su control el rumbo de sus vidas, atadas a sus sentimientos que se ven destrozados por sus seres queridos y su propio egoísmo.

En definitiva, el personaje de Ofelia encarna el drama, el dolor y el sufrimiento, todo lo que llevamos hablando durante la entrada. La tragedia que en ocasiones parece sacada de la ficción pero que en el día a día también se llega a palpar. Ofelia representa ese sector de la sociedad al que no le queda fuerzas para continuar y termina por escoger el camino fácil, el camino más egoísta.

Percepción de un espacio arquitectónico

Cuando mi profesor propuso este tema para el blog de la asignatura pensé hablar de algún espacio público al aire libre, donde poder disfrutar un rato con los amigos o familia sin coches pasando pegados a la terraza donde te estás tomando un café. Lo primero que me vino a la cabeza fueron plazas muy conocidas como: La Plaza de San Pedro, en Roma; La Plaza de los Vosgos, en París; o La Plaza de San Marcos, en Venecia. Entonces pensé lugares de mi ciudad cuya arquitectura arropase a la multitud en un espacio abierto como en dichas plazas. Fue en aquel momento cuando caí en la cuenta y me acordé de una plaza situada en mi ciudad, Elche, un espacio urbano de reciente construcción que se asemeja al concepto elaborado en Barcelona por Ildefonso Cerdá en 1860. Se trata de la Plaza Castilla situada en la zona de Altabix, dentro del barrio universitario, y conforma el concepto ortogonal del plan Cerdá que reúne una cuadrícula de viviendas despejando el centro para dejar un espacio ajardinado y totalmente funcional. De manera porticada, en los bajos de las viviendas, podemos encontrar diversos comercios y locales del sector hostelero, farmacias, supermercados, tiendas de ropa, etc. Ello hace que todo el espacio esté aprovechado y se convierta en una “mini ciudad” que otorga todo lo necesario.

(Vista aérea Plaza Castilla – Fotografía Google Maps)

Como podemos apreciar en la vista aérea la estructura de esta plaza queda arropada por los bloques de edificios que la rodean, dejando ésta libre en el interior y dando la sensación de protección. El acceso a la plaza se puede realizar por cuatro lugares: dos que están totalmente abiertos (Imagen 2); y otros dos por los que se tiene que pasar por los pórticos (Imagen 3). Con ello podemos ver que es un espacio totalmente abierto y público al que todos podemos acceder.
Imagen 3 Imagen 2

Llegué a la plaza a medio día para ver que función se le daba, ya que el barrio la utiliza para muchas actividades debido a su enorme tamaño. La plaza estaba tranquila, apenas había gente, donde más movimiento podía ver era en los pórticos donde la gente se relajaba tomando el café de después de comer. Me fijé en los distintos escenarios que el arquitecto había creado dividiendo así la plaza en varias zonas y esperé a que cobrase vida.

Conforme se fue acercando la tarde la plaza empezó a llenarse y cada espacio que la conformaba comenzó a adquirir una función. Me situé en uno de los vértices de la plaza a contemplar mi alrededor con una libreta, un boli y mi cámara. He de decir que la gente me miraba extrañada ya que estaba sentado en el suelo apoyado en un pilar, pero desde ahí podía ver perfectamente lo que se cocía en la plaza.

El espacio central adquiría una gran vitalidad, ya que no encontramos nada que entorpezca, es una amplia superficie en la cual los niños pueden jugar sin molestar a nadie. Por otro lado encontramos una zona con bancos y árboles, concretamente tipuanas (Imagen 4). En esta zona la sensación es de calidez debido a la frondosidad de los árboles y setos acompañados por los bancos de madera. Además de ser una buena zona para las horas en las que el sol incide de lleno en la plaza.

Imagen 4 Imagen 5

Esta zona está separada del resto por una fuente que atraviesa el escenario (Imagen 5). Y las otras dos zonas que encontramos al otro lado son un parque infantil (Imagen 6) y un par de pérgolas con bancos de piedra (Imagen 7). Al tener diversas zonas, y al ser esta plaza tan espaciosa, se convierte en el punto neurálgico de la zona de viviendas en cuestión llenándolo de vitalidad.

Imagen 6 Imagen 7

Este nuevo barrio resulta un tanto frío, ya que es de los últimos barrios en construirse y forman parte de la periferia de la ciudad. Por lo que se entiende que algunos comercios y diseños urbanísticos de estas calles, sigan quizás las palabras que dice Núria Benach en Nuevos espacios de consumo y construcción de imagen de la ciudad de Barcelona, de mantener un diseño llamativo y funcional, que dote algo de personalidad a la zona y así volverla mucho más atractiva.

En definitiva, la Plaza Castilla acierta en todos estos puntos, es espaciosa y concentra varias áreas funcionales en su interior. Además, aprovecha perfectamente todo el perímetro y las posibilidades que ofrece el urbanismo, al mismo tiempo que se vuelve un espacio esencial para la gente que vive en sus cercanías. Quizás, si aplicásemos esta tipología de barrio en toda la ciudad de Elche, podríamos observar grandes y espaciosos parques repletos de niños, personas descansando y relajándose bajo los locales porticados, o simplemente, cómo yo, disfrutando de las vistas y del ambiente que ofrece la plaza mientras me inspiro para realizar la entrada del blog de la asignatura.

La sociedad del espectáculo

Si entendemos el concepto de “espectáculo” como un instrumento de unificación, nos encontramos con que, dentro de la sociedad compuesta por sujetos individuales, existen diversos aglutinadores como la publicidad, la moda o la televisión que debido al consumo de masas moldean nuestra personalidad, definiendo este último concepto como el conjunto de cualidades y rasgos que caracterizan a una persona. El individuo se alimenta del consumo de masas forjando así una identidad única. Por lo que el concepto de la personalidad carece de sentido, ya que, si todos consumimos unos mismos aglutinadores, deja de existir una diversidad y obtenemos personalidades similares.

Antes de continuar hay que aclarar a que nos referiremos cuando hablemos de “consumo de masas”. La sociedad en la que nacemos y crecemos está masificada, por lo que todos caemos en unos mismos patrones. Creemos que “lo que aparece es bueno y lo que es bueno aparece” (Guy Debord), por lo tanto podemos pensar que cualquier elemento puede ser arte si una fuente dota de veracidad dicha imagen. Guy Debord expone que el espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre las personas mediatizada por las imágenes, es decir, una visión a través de una imagen. Por ejemplo, puedo concebir una idea sobre los jóvenes que aparecen en los reality show que se emiten en televisión creando así identidades a través de la imagen, es decir, formando unos prototipos según lo que transmitan esos individuos.

Creemos que nuestra personalidad es auténtica, sin embargo no nos percatamos de que los medios de comunicación nos están alimentando con un tipo de producto muy específico. A la hora de vestir, de escuchar música o consumir determinados artículos, nos da la sensación de que tenemos plena libertad de elección al escoger lo que más se adapta a nuestros gustos y personalidad, pero realmente son unas opciones limitadas y decididas por las marcas. Por lo que ¿existe entonces una personalidad única? ¿Forjamos nosotros nuestra propia personalidad o nos la está inculcando una sociedad masificada en pro al consumismo y la apariencia?

En conclusión, nuestra personalidad podría compararse con un bloque de mármol, que en manos del cincel de los medios de comunicación (la mediatización de las imágenes), va siendo moldeado y transformado a su gusto. Así forjan nuestra identidad, haciéndonos creer que somos seres libres, pero estamos condicionados por todo lo que consumimos y no podemos evitar crear identidades sociales en base a las imágenes que consumimos.

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(Barbara Kruger)

El poder de la palabra

La “palabra” desde sus orígenes ha tenido un gran peso, ha provocado guerras y malentendidos, pero también ha salvado vidas. Una palabra tiene mucho más poder del que todos pensamos.

Jacques-Louis_David_-_The_Death_of_Socrates_-_Google_Art_Project(Jacques Louis David’s – The death of Socrates)

Esta entrada me gustaría dedicarla a una parte del mundo que ha sabido manejar la palabra con elocuencia y de forma implacable hasta hacerse hoy en día con un gran control de la población, la Iglesia, o mejor dicho la religión. Desde las pinturas rupestres hasta los innumerables ritos mágicos, el ser humano a sentido una gran necesidad por estar vinculado a una serie de creencias que le mantienen en un estado de seguridad y control. El ejemplo que mejor refleja cómo se utilizaba la oratoria para mantener un orden fue en la antigua Roma. A partir de aquí, el cristianismo ha sabido apropiarse de las ideas básicas y del modelo retórico de los antiguos, transformándolos a su antojo para poder ejercer y proyectar sus doctrinas a los fieles.

Para los cristianos la religión tiene un poder simbólico, es decir, se define por una relación entre los que ejercen el poder y los que lo sufren, llamado por Pierre Bourdieu “creencia”. La creencia es el estado en el que un individuo da por verdadera una afirmación lingüística, y en el caso de la religión, el creyente no se cuestiona la autenticidad de la teoría que transmiten sus feligreses. Así se explica como la Iglesia ha sabido controlar la población y servirse de la dependencia que siente el ser humano por creer en algo, y al mismo tiempo incrementar este sentimiento utilizando el poder de la palabra.

En definitiva, podemos ver que la palabra es un arma muy potente y de doble filo, de la que podemos servirnos tanto como para mejorar como para destruir todo aquello que nos rodea. La “palabra” es un elemento intangible, pero puede convertirse en algo muy poderoso capaz de, como en el caso de las religiones, mover en masa una multitud hacia un mismo punto. Sin embargo, todo depende de quien la utiliza, pero sobretodo de la audacia para lograr manipular y persuadir, tanto para bien como para mal, al ser humano.

«Shirin Neshat»

La conocida Shirin Neshat, la artista que mejor representa el arte iraní contemporáneo con objetivo de plasmar la situación de la mujer dentro de las sociedades islámicas, es la creadora de las obras que aparecen en este documental, una síntesis de ese concepto feminista entrelazado a diversos componentes socio-políticos.

Shirin Neshat nace en 1957 en Irán, en el seno de  una familia cuyos valores e ideologías se encontraban influidos por la sociedad del Shah de Irán, es decir, bajo unos conceptos occidentales bastante aceptados. Además, fue en este sentido tan progresista por parte de su padre, que fuera apoyada tanto ella, cómo sus hermanos, a llevar una educación completa. Y es en sus primeros estudios cuando empieza a familiarizarse con determinados códigos occidentales cómo el feminismo. Lo cual es la característica principal y la base de sus obras. En 1974, Neshat abandona Irán para estudiar arte en Estados Unidos y no regresará hasta la década de los 90. Durante este tiempo, en 1975 se produce lo que se conoce cómo la Revolución Islámica, una transformación de la sociedad iraní en la que se instaura una nueva estructura política y una sociedad tradicional. Durante el tiempo que transcurre en Estados Unidos, “ajena” a la situación, la todavía no consolidada artista estaba terminando su formación y conoce a quien sería su marido. Ya en 1990, Shirin Neshat regresa a Irán, encontrándose todo el irreconocible panorama. Ella reconoce que el cambio tan oscuro, de una sociedad que antes no se encontraba condicionada por la tradición, le tomó por sorpresa, sin embargo, produjeron en la artista un sentimiento de espanto pero al mismo tiempo de estimulación. Por lo que se observa desde su primera serie fotográficaMujeres de Alá, y cómo toda la situación enciende en ella la chispa de la creación.

A medida que Neshat iba introduciéndose en plena revolución, investigándola, comenzó a desentrañar los entresijos del movimiento y a reconocer la oscuridad subyacente y el sentimiento de traición de la misma. Por lo que captó todas las ideas que le iban suscitando para así canalizarlo en sus obras. Pretendía realizar un debate filosófico que a su vez fuera muy crítico, en una dirección muy tajante. De este concepto, nacen todas sus producciones artísticas, tanto fotográficas cómo fílmicas.

En el siguiente enlace podéis ver un documental sobre las fotografías de Neshat:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/metropolis/metropolis-shirin-neshat/742216/